La supervivencia extrema es muy poco frecuente, con excepción de quienes se realizan actividades que los exponen a ella deliberadamente (montañistas, navegantes, exploradores, etc.) Para complementar el artículo anterior, algunas nociones más sobre los casos límite que pueden enfrentarse, y cómo actuar ante ellos.
Las ocasiones de supervivencia raramente son extremas, con excepción de las personas que realizan actividades que los exponen a estos riesgos (montañismo en gran altura, cruces de selvas o desiertos, etc.) o se ven involucradas en accidentes aéreos o navales. Aun así, en estos dos últimos casos las comunicaciones actuales suelen activar rápidamente equipos de búsqueda y rescate (SAR) que en grandes porcentajes tienen éxito si los extraviados actúan correctamente. Aun así, para complementar el tema desarrollado en el artículo de la edición otoño de esta revista algunas consideraciones deben profundizarse. Una de ellas, es el uso del agua.
USO DEL AGUA
El agua es un elemento indispensable para la vida. Más del 60% del cuerpo humano está compuesto de agua. El hombre debe beber entre dos y tres litros de agua al día para que el organismo funcione correctamente, en condiciones normales. Si la actividad física es mucha o el calor excesivo, esta cantidad debe aumentar hasta entre cuatro y cinco litros. El agua es necesaria para la eliminación de los desechos, para controlar la temperatura corporal, para la digestión, para el funcionamiento del sistema nervioso y muchas otras funciones corporales. Pero el cuerpo no tiene mecanismos de almacenamiento de agua, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, con las grasas. Incluso en reposo y a la sombra, el organismo humano pierde más de un litro de agua por día. En la edición anterior se describieron algunas formas de obtener agua y comida, pero no los efectos de su ausencia, que se exponen en el cuadro de arriba, y las formas de mitigarlos.
De acuerdo a la cantidad de calorías y agua que se pierden al realizar actividades, es posible calcular el tiempo estimado de supervivencia de una persona. La tabla a continuación indica algunos valores aproximados. Conservar el agua en una situación de supervivencia es una regla fundamental, sobre todo si esta no es de fácil obtención. En estos casos conviene ingerir la menor cantidad de alimentos posible, en lugar de saciarse, y no conviene beber alcohol, ya que el organismo necesita agua para metabolizarlos. De hecho, los efectos del exceso de alcohol en el cuerpo –conocidos popularmente como “resaca”- no son más que resultado de la deshidratación.
La protección del cuerpo
La piel del ser humano es delicada, por eso nunca debe maltratarse. No debe exponerse al sol fuerte o a las temperaturas glaciales. Las partes del cuerpo con piel más fina –manos, rostro, etc.- son usualmente las que están a la intemperie, y las que primero sufren los efectos de las quemaduras solares o el congelamiento. Por eso, deben estar siempre protegidas: la aspereza del terreno puede provocar lesiones, el sol directo una insolación, y la exposición al viento una mayor pérdida de calorías, por la superficialidad de las venas y vasos sanguíneos. Por eso, en las zonas desérticas o de altas temperaturas y exposición al sol, es recomendable caminar de noche -ya que el calor es menos riguroso y los peligros de quemaduras solares no existen-, y permanecer en las horas más tórridas en reposo y a la sombra. En el caso de la nieve o el hielo, deben protegerse la nariz, la boca, las orejas y si es posible, toda la cabeza abrigándola con algo. Igualmente las manos.
Las camionetas no flotan, pero no viene mal saberlo
Supervivencia en el mar
Ante una eventualidad en una embarcación, no la abandone a menos que sea absolutamente necesario y cuando todo el grupo decida hacerlo. Algunas embarcaciones menores como lanchas, canoas y kayaks tienen compartimientos estancos que las mantienen a flote aún volteadas. Si se trata de naves mayores, permanezca cerca de ellas, ya que una vez hundida suelen salir a la superficie objetos que sirven de flotador. No infle su chaleco antes de entrar al agua, porque entorpece los movimientos y el paso, y asegúrese de que está correctamente ajustado. No se desespere si no tiene chaleco, ya que los seres humanos flotan.
Una vez en el agua, trate de permanecer calmo y no gaste energías inútilmente luchando contra el oleaje o la corriente si no está cerca de la costa, una balsa u otros compañeros. Conserve la calma para relajar el cuerpo y adoptar la postura necesaria. Si está en grupo, forme una rueda con el resto de la gente tomándose por los hombros y coloque a los pequeños o a los heridos en medio. Esto aumenta la flotabilidad y la visibilidad del grupo. Si flota solo, adopte la posición HELP (sigla en inglés de Heat Escape Lessening Posture), que reduce la pérdida de calor: encoja las piernas contra el cuerpo cruzando los tobillos y cruce los brazos sobre el pecho. Nunca se quite la ropa mojada, ya que actúa de barrera manteniendo más alta la temperatura del agua entre ella y nuestro cuerpo. Luche contra el sueño, producido por el cansancio y el frío del agua, que es el primer paso antes de la muerte.
ESTO SI ES IMPORTANTE EN NUESTRA ACTIVIDAD Supervivencia en la nieve:
En las zonas nevadas, glaciares y montañosas el mayor peligro es el frío. Éste aumenta por efecto del viento, así que siempre trate de protegerse del viento. La intensidad de éste define una variable conocida como “sensación térmica” (lo que en inglés se conoce como wind chilling factor). Esto es una aproximación calculada a la “sensación de frío” que generan las masas de aire frío en movimiento. El gráfico muestra la sensación térmica en relación con la velocidad del viento y la temperatura real.
Si se encuentra en zonas de potenciales tormentas de nieve –considere que todas lo son- siempre es esencial tener dispositivos de orientación (brújula, GPS, etc.) ya que en ellas el camino parecerá igual en todas las direcciones. Proteja sus manos, orejas y nariz del frío, ya que son las zonas que más rápidamente se congelan. Reduzca la distancia entre miembros del grupo, si es necesario casi hasta tocarse. Camine muy lentamente y a paso seguro. No se detenga a menos que encuentre una protección. Si bien en la nota anterior se describieron varios tipos de refugios, hay que tener en cuenta que la decisión de hacerlos depende mucho de la zona en que se encuentre y el tiempo disponible. Considere que construir un refugio en la nieve requiere tiempo y esfuerzo, por eso es algo que debe analizarse con cuidado. Si en su camino debe cruzar superficies inestables, como un lago o un río congelados, aumente la superficie de apoyo: arrástrese o camine gateando sobre sus pies y manos, y quítese el equipaje para llevarlo a la rastra. Tenga más cuidado en las estaciones templadas ya que el peligro de grietas o desprendimientos de nieve son mayores.
El kit de supervivencia
Cualquiera puede pensar que nadie anda con elementos de emergencia cada vez que se moviliza de un lado a otro. Pero eso es una afirmación errónea: todos los aviones y embarcaciones poseen elementos de emergencia obligatorios: balizas, bengalas, salvavidas, silbatos, balsas, linternas, etc. Si nos trasladamos en nuestro automóvil, seguramente contaremos con una caja de herramientas con muchas cosas útiles. Si la excursión se realizó a pié y deliberadamente, esa fue la mejor excusa para estar preparado y haber cargado al menos una navaja multiusos y un encendedor o unos fósforos. En una situación extrema, cualquier cosa que podamos obtener puede ser útil: el neumático de un vehículo accidentado es capaz de generar una columna de humo que se verá a varios kilómetros si se lo prende fuego. Los espejos o faros sirven para hacer señales, y los vidrios rotos son perfectos para afilar una rama y usarla como arpón o lanza, o como cuchillos para trozar y cortar. Quien conozca el funcionamiento de una batería puede generar chispas capaces de encender un fuego, especialmente si hay combustible para acelerar el proceso. Actualmente los elementos para emergencia se consiguen comercialmente en formas muy compactas, y son muy baratos: silbatos con pequeños compartimientos estanco para fósforos, pinzas plegables con varios usos y hasta linterna, brújulas, sierras y hachas, etc. Quienes están habituados a viajar siempre llevan alguno de ellos en el auto, la mochila, o el cinturón. Para quienes quieran comenzar a tener la precaución de llevarlos, hay varios casi indispensables, además de un botiquín o kit de primeros auxilios. El primer elemento del kit de supervivencia podría ser una navaja, cuchillo o elemento cortante, según la preferencia del usuario. Las primeras tienen más usos, pero no permiten usos fuertes. Otro, una lona impermeable o nylon lo suficientemente grande para hacer un toldo. Doblado ocupa muy poco lugar, pero es muy útil cuando se lo necesita. Durante mucho tiempo llevé en el fondo de mi mochila una vieja cortina para baño, y en más de una ocasión me sacó de apuros. También debe incluirse fósforos protegidos de la humedad y un encendedor. El cuarto elemento puede ser un silbato, seguido de un espejo y una linterna. Una opción más es una soga lo suficientemente gruesa como para izar a una persona (al menos 10 mm de diámetro) y de cuatro o cinco metros por cada integrante del grupo. La lista podría ser muy extensa, dependiendo del lugar disponible y la capacidad para llevar peso (no es lo mismo un baúl que una mochila). Todo depende de una adecuada reflexión sobre el tipo de actividad a realizar, el terreno, el clima, e imaginar lo peor que nos pueda pasar en él, a fin de estar preparados. Finalmente, como se mencionara en el artículo anterior, en estos casos lo más importante es mantener la calma y estar preparados. Muchas veces –más que cualquier kit- el carácter y el ingenio son las verdaderas llaves de la supervivencia. Fuente: aire libre digital.
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