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Habíamos conversado algunas veces de hacer una travesía familiar; uno de los lugares posibles era el Pueblo Escondido, en la Sierra de Comechingones al sur de Córdoba. La propuesta salió de Beto y nos sumamos Ariel y yo, con el Mamut y los dos Defender, incluyendo esposas, niños y perros.
Pretendíamos bajar "Los Caracoles" entrando por el sur desde Río de los Sauces, para salir al día siguiente por el mismo lugar, esta vez rumbo a Merlo. Teníamos las imágenes del viaje anterior, hace un par de años, cuando los subimos y nos parecía que si bien iba a ser complicado, podríamos bajar. La única duda venía de mi lado, ya que era el único vehículo sin bloqueos y suponía que en los retomes la falta de adherencia e inclinación iban a hacernos penar.
Partimos el Jueves con el acuerdo de encontrarnos en Río de los Sauces, donde dormiríamos confortablemente en cabañas. Arranqué yo primero con mi esposa y el resto unas horas más tarde, encontrándose ellos en el camino y haciendo los setecientos y pico de kilómetros juntos.
A la mañana siguiente nos reunimos y encaramos lo que creíamos era un enlace de ripio común de montaña, pero que finalmente alcanzó solo a la primera parte del trayecto. Así fuimos trepando, engañados en el error de que iba a ser un "trámite" y esa misma tarde estaríamos bajando los temidos caracoles. El día era inmejorable y los paisajes serranos soberbios, por lo que hicimos una parada a la vera del río (creo que "del Carbón") para arremeter con la tradicional picada de travesía; los chicos encantados de poder chapotear por un rato en el río.
Poco más adelante, luego de la bifurcación al sendero "4x4 only" como dice la gallega, nos vendríamos a dar cuenta de cuan equivocados estábamos. Esos últimos kilómetros nos demandaron horas y se convirtieron en un verdadero desafío, ya que el camino había sucumbido por las fuertes lluvias y falta de mantenimiento, con enormes roquedales y escalones que nos hicieron transpirar. De fácil: nada.
Así se nos fue la tarde y decidimos acampar en la última pampilla antes de "Los Caracoles", donde pasamos una buena noche ya que si bien hizo frío, como siempre, el viento que nos amenazaba durante la cena amainó y pudimos dormir confortablemente cerca de los 2.000 m.s.n.m.
A la mañana siguiente veríamos la verdad de la cosa: los famosos "Caracoles" se han vuelto intransitables para camionetas y solo lo utilizan cuatris y motos, aunque no sin un gran esfuerzo de quienes lo hacen. Desde aquella última vez se han producido desmoronamientos de grandes rocas, imposible de superar con vehículos normales, aún bien enfierrados. Además, como sabrán quienes hayan andado por allí, esos piedrones no se pueden "correr", ya que irían a parar derechito al pueblo que está debajo, sin nada que los detenga. Es decir que para habilitar el paso debería emprenderse un trabajo importante y organizado.
Así, la decisión resultó sencilla, bajaríamos hasta la boca de la mina para que los chicos tuvieran su prometida aventura y luego regresaríamos a comer en el campamento para emprender el regreso, que ya sabíamos iba a ser complicado.
Mientras caminábamos por allí nos cruzamos con muchas motocicletas, cuatriciclos y hasta un imponente UTV Polaris, del que desconocemos si pudo llegar hasta abajo, aún favorecido por su tamaño. También vimos un grupo muy grande de camionetas encarando la bajada desde el norte, a las que le llevó toda la mañana un corto tramo y no alcanzamos a ver qué pasó cuando llegaron a "El Finito", que está casi al final.
La frase del día la dio uno de los motoqueros con los que nos cruzábamos, los que llegaban muy cansados aún antes de emprender la bajada, el que hablando de la dificultad del tramo dijo "como será, que ya estoy extrañando a mi mujer" con ese insuperable humor cordobés.
Por la tarde emprendimos el regreso, que nos dio tanto trabajo como a la ida y con mucho para analizar desde el punto de vista de la autocrítica, ya que me llevé un enorme susto al estar a punto de volcar el Defender; el pobre salió airoso con solo un pequeño bollo de una situación límite, de la que me salvó una enorme dosis de suerte y una ínfima parte de instinto que me hizo acelerarlo cuando ya se tumbaba sobre el costado. Tendrán que contarlo Beto o su esposa que fueron los únicos que vieron lo que sucedió, yo solo se que perdí la cola que se me vino de la barranca por falta de adherencia.
Ya por la noche llegamos al bonito y amable pueblo de Río de los Sauces, donde hicimos honor al asado que veníamos postergando por razones climáticas o falta de tiempo, aunque le dimos un buen paseo por las sierras. Se desató una fuerte tormenta que hizo crecer el río, pero nada que pudiera mermar el hambre de los comensales. También hubo cerveza para quienes venían reclamándola desde el primer día.
Al día siguiente hicimos un breve paseo por los lugares recomendados del río y emprendimos el regreso por separado, llegando muy tarde pero sin novedad; los Defender por un lado y el Mamut más atrás, que sabíamos nos alcanzaría.
El dato relevante es que los dos caminos para llegar al Pueblo Escondido se han vuelto sumamente difíciles o imposibles para camionetas; primero por el "Paso Finito" y por el otro lado por los caracoles destruidos. Así nos lo habían anunciado en el pueblo y no vimos en ningún lugar huellas de vehículos de ese tamaño que pudieran haberlo hecho.
También hay que tomar nota que la senda que salía a Merlo desde arriba de "Los Caracoles" ha sido cerrada por un alambrado y carteles del amable propietario que ha decidido que nadie pase, vaya uno a saber por qué. La gente del pueblo nos dijo que estaban usando la huella que está más abajo, la que sale hacia el oeste desde la plantación de pinos, donde un cartel dice que se trata de un camino clausurado; eso sí, con vehículos aptos.
Hasta aquí el breve relato de una travesía más, las fotografías quedan a cargo de la fotógrafa contratada a esos fines.
Saludos.
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